Ese día único, inolvidable, maravilloso cuando no podía creer el milagro que Dios me había concedido: tener un ángel en mis brazos, mi ángel, nuestro ángel, el ver sus ojitos, su mirada, su sonrisa, es la cosa más hermosa que pueda existir. Nunca me cansaré de dar gracias por tan hermosa bendición, bien valen la pena todos esos días obscuros, que quedarón en el pasado! por fin puedo ver la luz!!
Llegamos a casa le mostramos las habitaciones una por una, pero la que más le gusto fue la de mamá y papá, ahí está la cama, una cama muy grande donde hasta la fecha se da vueltas, se recuesta a sus anchas y puede brincar cuando mamá o papá están cerca. La primera noche, durmió arriba de mí, yo estaba tan emocionada que no podía dormir no sabía si reír o llorar, y no me cansaba ni me cansaré de dar gracias a mi Dios, a mi mamita María por hacerme la mamá más feliz del mundo.
Al siguiente día se despertó con una sonrisa, y hasta la fecha mi niña se despierta feliz y cuando le pregunto con quién soñaste dice con su linda y melodiosa vocesita: mamá. Y el escuchar esa palabra es música para mis oidos. Tantos años anhele tener la bendición de un hijo(a), y poder escuchar de sus lindos labios esa palabra: mamá. Que cuando la oigo siento que estoy en un sueño.